El título de este post parece un poco absurdo a primera vista, es cómo que a una le sale decir en seguida: Obvio ¿es qué hay alguien que piense que es lo mismo?
La respuesta es que si, hay mucha gente que da por sentado que si la familia funciona la pareja también y no siempre es así.
Pareciera que cuando dos pasan a ser tres, o cuatro o cinco o los que sean es decir una familia, ésta absorviera a todos los miembros como una unidad mayor que todo lo cubre y no diferencia ni distingue necesidades individuales.
Una cosa es la pareja y las necesidades de la pareja que siguen estando ahí a pesar de los hijos, de las responsabilidades, del cansancio, del estrés… que se atiendan es otra cosa (muy dificil de conseguir por cierto).
Otra cosa es la familia con su estructura, responsabilidades etc y otra las necesidades individuales de cada miembro de esa unidad, es decir, del padre, de la madre y de los hijos cada uno con sus deseos, anhelos y necesidad de espacio.
El equilibrio entre las necesidades de cada ente (pareja, familia) y cada ser individualmente hace que las cosas marchen bien, pero es ardúa tarea y muchas veces la intensidad del día a día hace que nos metamos en una rueda de no querer parar y mirar que está pasando entre nosotros como pareja y como seres independientes con identidad propia.
Veo todo tipo de estructuras, veo parejas que son parejas pero no familia, familias que son familia pero no existe la pareja por ningún sitio, ni rastro de la conexión de estos dos seres que un día decidieron (insconsciente o conscientemente) unirse para crear un proyecto común, y veo madres fusionadas con hijos a los que le han atribuído el lugar que antes ocupaba su pareja y a padres intentando encontrar su lugar fuera de casa ya que no saben como ubicarse en esta diada.
Si la pareja está fuertemente unida antes de la llegada de los hijos, la parentalidad le sacudirá si, pero resistirá seguramente y saldrá fortalecida.
Pero si el vínculo era débil ya antes,sin duda la llegada de los hijos arrasará como un tsunami que destruye todo a su paso.
Ayer tuvimos una cena a solas mi pareja y yo. Era la primera vez que nuestro hijo dormía fuera (en casa de la abuela) después de tres años y medio casi.
Después de dar muchas vueltas sin decantarnos por ningún restaurante decidimos quedarnos a cenar en casa. Lo que a priori pareciera un plan soso y aburrido se convirtió en una velada llena de intimidad, risas y baile. Y es que no hace falta gran cosa cuando se quiere cuidar el vínculo y el encuentro con el otro. Una cena rica con un buen vino (preparada por mi marido) con una vela y nada de pijama para cenar ¡vestidos cómo la ocasión se merece! puede ser suficiente.
Al llegar a la cena vestida de fiesta pero en la misma mesa en la que cenamos los tres diariamente mi cabeza no entendía nada, me puse nerviosa y avergonzada como una adolescente en su primera cita sin saber que pasará a continuación, porque no tenía referencias de ese lugar con los nuevos elementos (vela, ropa de fiesta, él y yo sólos…) y la necesidad de mi ego de controlarlo todo me alento al boicot, pero esta vez (no siempre es así) atendí a mi niña juguetona y deseosa de aventura y diversión, y me quedé, abierta a lo nuevo, confiada.
A veces buscamos fuera otra versión de nosotros mismos cuando el aquí y el ahora es más que suficiente para salirse de la zona de confort y abrirse a lo nuevo.
Veo todos los días como parejas con hijos evitan encontrarse a solas para no ver que es lo que está ocurriendo entre ellos, tapándolo con la presencia de un tercero, escondiendo el resentimiento y reproches mutuos entre las tareas y responsabilidades familiares que son interminables e inacabables.
Cómo una bomba de relojería las emociones que guardamos se mantienen a la espera en nuestro interior esperando ser liberadas en cualquier momento, a veces con la excusa de “que el pan que compraste no es el comemos” y otras cuando los hijos se marchan y el nido se queda vacío.
Seamos valientes para parar de vez en cuando a mirarnos ¿cómo me siento conmigo misma? ¿cómo me siento con mi pareja, con mi hijo? ¿están siendo mis necesidades atendidas por mi? ¿me estoy dando a mi misma lo que necesito, estoy siendo capaz de pedir ayuda? ¿abrirme a los demás y mostrar mi vulnerabilidad más absoluta?
Seamos valientes para dar a nuestros hijos el ejemplo que se merecen. Para cuestionarnos nuestras creencias y verdades, para desafiar la seguridad de nuestro ego y trascender nuestra máscara y personaje.
Seamos valientes para ser quien realmente somos y trascender el miedo .