La magia de la vida, la magia de la navidad

La palabra Navidad proviene del latín “Nativitas” en español natividad para referirse en concreto al nacimiento de Jesús.

No sé qué significado tiene para vosotros la navidad más allá de las tradiciones sociales de decorar la casa, hacer regalos o beber y comer hasta que ya no entre más.

Cada año al acercarse la noche buena suelo poner música navideña en casa y automáticamente conecto con una especie de nostalgia infantil. Recuerdo la magia con la que vivía estos días cuando era niña. Cuando era niña solía imaginar que durante la navidad cualquier cosa podía suceder y lo relacionaba con la magia de la vida. Con la capacidad de la vida de sorprenderme y con la gratitud que sentía por ello ¡me sentía dichosa por estar aquí!!. De repente podía ponerse a nevar y transformar las calles, los tejados y las casas en un escenario completamente diferente. De repente podía aparecer algún familiar o amigo inesperado, algún regalo soñado o sentir que hasta los vecinos mas malhumorados del barrio se volvían amables y risueños por unos días.

Puede sonar a idealización infantil, y si, los niños no han recibido los suficientes tortazos a esas edades como para dejar de creer en la magia inherente a la vida, pero sospecho que esta magia tiene que ver con algo más que la fantasía o idealización peliculera. Tiene que ver con la actitud con la que vivimos la vida, con la fe y la confianza y con la gratitud por lo que recibimos.

Os contaré un secreto…

Hace tiempo yo era una persona completamente diferente. Nunca tenía suficiente, nunca estaba satisfecha con lo que hacía o tenía, siempre se podía tener más o hacer mejor. Esta manera de enfocar la vida me mantenía en un estado de tensión absoluta cada día, buscando de aquí para allá cosas, personas, lugares… cualquier novedad que alimentase y renovase mis esperanzas de por fin, sentirme plena y que con ello desapareciese esa dolorosa sensación de vacío interior.

Hoy me siento diferente, no porque mi vida allá cambiado tanto, sino porque poco a poco va cambiando mi forma de mirarla y de vivirla, voy cambiando mi forma de mirarme, de tratarme y de vivirme.

No porque no me sigan pasando cosas desagradables (a veces me pasan como a todo el mundo) sino porque estoy consiguiendo cambiar la forma de como mirarlas, mucho antes.

Consigo darme cuenta del mecanismo de mi mente que me arrastra a buscar problemas, a victimizarme y a sentirme culpable por lo que no me gusta o me sucede, y cada vez me fijo más en lo que tengo, en lo que he conseguido con mi esfuerzo y mi tesón, en mi seres queridos que me aman a pesar de mi defectuosa humanidad, en mis amigos que me siguen acompañando un año más, en las personas que apuestan por mi trabajo y me apoyan con su cariño para continúe hacia adelante con fuerza e ilusión, en mis animales que me ofrecen su compañía incondicional, en mi caluroso y confortable hogar, en los días de frío que me invitan a recogerme y “arrejuntarme” junto a mi marido y mi hijo en nuestro sofá y en los días sin lluvia que me permiten estar en la calle un ratito más.

Cada día hay miles de cosas por las que sentirse feliz y estar agradecido y miles de cosas por las que quejarse y sentirse desdichado. Tú, ¿cuál decides alimentar? Piensa bien en cual decides practicar porque aquella en la inviertas, será en lo que se convierta tu vida.