Hace unos días que he sido consciente de que había tomado la decisión de destetar a nuestro hijo. Los últimos meses no estaba disfrutando ya de dar teta y se había convertido en una carga, en algo que debía hacer.
Sin darme casi cuenta había empezado a decirle a nuestro hijo que la teta, a partir de ese momento, sólo iba a ser para la noche y a la hora de dormir, que mamá estaba muy cansada y las tetitas también y que ahora ibamos a descubrir nuevas formas de estar juntos más de niño mayor y mi sorpresa es que él lo entendió y le pareció bien. A día de hoy cuando toma un poquito de teta y le digo: ya, vamos a decirle buenas noches y ahora te acurrucas junto a mi, él me asiente con la cabeza y se apoya en mi pecho, sin rechistar, sin enfandos.
Quizás es que había llegado el momento para los dos y por eso está fluyendo de esta manera. No sé cuanto tiempo nos llevará pero será el que necesitemos.
La maternidad está llena de despedidas, de duelos y de nuevos comienzos y hoy siento dolor por decir adiós a lo que ha sido nuestro canal para materializar ese vínculo tan estrecho que es la relación madre e hijo.
La teta fue nuestra presentación como madre e hijo y nuestro primer contacto en este mundo . Como un enchufe que se conecta a la corriente, cuando se enganchó a ella noté su vida corriendo a través de mi cuerpo, lleno de amor y ternura.
Sé que el vínculo ya está consolidado y que nada ni nadie va a poder romper esa conexión tan especial pero siento tristeza al pensar que pronto no inclinará su cabecita hacia atrás buscándola cerca de mi axila o que no volverá a decirme: ama teta! con esa sonrisa picarona.
Una parte de mi quisiera retenerle toda la vida y la otra empujarle al mundo que tiene por descubrir.
El tiene mucho que aprender más allá de los límites de mi apego y yo tengo temas pendientes conmigo misma, así que es momento de que cada uno empiece a dar pasos en su camino.
Echo de menos trabajar, mis amigos, mi espacio a solas y echo de menos a mi pareja, las conversaciones entre él y yo, y es hora para mi de caminar hacia ese encuentro con él y conmigo misma.
Han sido tres años y medio de decicación exclusiva a él, de contacto sin límites horarios, de miradas eternas y respiraciones acompasadas a ritmo de la mecedora. De teta a cualquuier hora y en cualquier lugar.
Mi hijo y yo encontraremos nuevas formas de seguir compartiendo piel, caricias y nuestros cuerpos bien cerquita y él encontrará otros brazos a los que abrazar también sea un placer.
Amamantar ha sido una de las cosas más bonitas, instintivas, salvajes y llenas de amor que he hecho en mi vida y es algo de lo que me siento profundamente agradecida a la vida.